Buena vecindad
Padre Hugo Tagle En twitter: @hugotagle
- T+
- T-
Padre Hugo Tagle
Se ha escrito mucho sobre esto de “repensar la ciudad”. No dará lo mismo cómo se reinvente y nos relacionemos en el futuro. De las cosas positivas es que en estos meses de semi reclusión forzosa lo local ganó terreno. Desde el “almacén de barrio”, el vecino, hasta parques y plazas. No sólo tener insumos básicos a mano, también personas de confianza. Hoy resultan vitales.
Una primera lección será apoyar el comercio local. Todos ganamos. Llama positivamente la atención cómo mucho comercio se ha “reinventado” buscando formas originales de llegar a sus clientes.
Las bondades de la globalización no hay que desconocerlas. Pero si se necesitan –y se darán por fuerza– mayores controles, por de pronto sanitarios. El libre flujo de bienes debería sufrir una mayor fiscalización que no tiene por qué redundar en trabas, sino en un control acucioso que se traduzca en un bien a todos.
Otro desafío será mejorar la convivencia vecinal. Seguro que hemos recurrido a los vecinos para diversas diligencias. Se ha dado importancia a quienes califican en perfil de riesgo: ancianos y enfermos. Si hemos aprovechado bien este tiempo, deberíamos haber conocido más a nuestros vecinos y encontrado formas de hacer más llevadera y fructífera la convivencia. Desde turnos para compras, visitas, atención y acompañamiento al médico a vigilancia de las casas. Una buena vecindad es un microcosmos que no puede ser un lugar de donde huir, una carga, o sólo para sobrevivir, sino un lugar donde convivir y desarrollarse. Es paradojal: hacemos grandes amistades virtuales con gente que tarde, mal y nunca vemos en la vida real, y desconocemos a quien tenemos a dos casas o departamentos del nuestro. Es penoso escuchar repetidamente: “No conozco a casi nadie de mi edificio o barrio”. Absurdo y triste.
Las ciudades se han transformado en lo que el filósofo estadounidense Thoreau afirmaba: “Una ciudad es una gran comunidad donde las personas se sienten solas juntas”.
Sí, habrá que repensar la vecindad. Hay municipios que han “mapeado” bien los barrios y motivan a los vecinos a buscarse, interactuar, celebrar cumpleaños, aniversarios de matrimonios o despedidas.
El creyente tiene mucho que aportar aquí y una gran responsabilidad. Las parroquias o lugares de culto son una extensión de la familia. Quien participa de la vida parroquial o capilla, no debería nunca pasar soledad o sentirse abandonado ni solo. El primer fruto de la fe real y genuina es ver en el otro a un hermano, un “prójimo-próximo” y no un extraño. Que no sea necesaria otra pandemia para ser buenos vecinos.